Aquella vez el viento soplaba hacia el norte, fuertemente, era como si quisiera decirme algo, estaba anocheciendo y yo sentado en aquel parque observando aquella lúgubre casa abandonada, que en tiempos pasados, posiblemente tuviera mejores momentos, entonces sentí una fuerte curiosidad por entrar.
Llegué a aquella majestuosa puerta de madera barnizada, estaba cerrada.
Llegué a aquella majestuosa puerta de madera barnizada, estaba cerrada.
Casi dándome por vencido y asumiendo la derrota que me proporcionó aquella gran puerta, observé aquel gran ventanal, con unas cortinas entre abiertas donde se veía parte de aquel viejo techo oscuro que me hizo pensar que por alguna parte tenía que haber otra ventana, posiblemente abierta por donde pudiera entrar sin que nadie pudiese verme.
Allí estaba la ventana que buscaba, incluso estaba abierta, fue un milagro al fin podría entrar.
Aquella habitación era muy oscura, casi no veía nada, había cuadros de personas y fotos en los estantes, pero lo más curioso fue que había una cuna para bebés.
Fui buscando la puerta con la poca luz que entraba desde la calle hasta que la encontré, allí, a la derecha se encontraban los interruptores de aquellas lámparas de araña tan antiguas.
Di al interruptor, pero nada, no se encendían, opté por dejar aquel interruptor lleno de polvo quieto para abrir la puerta.
Allí estaba yo, en el pasillo de arriba medio a oscuras gracias a las ventanas abiertas y la claridad que entraba de las farolas de la calle.
Yo que soy tan curioso decido explorar para ver si encuentro algo.
Solo hay cuadros por las paredes, y pareciese que no quisieran la mitad del mobiliario y lo hubieran dejado aquí.
Bajando las escaleras casi tropiezo, no sé con qué artilugio, sigo avanzando hasta la gran sala principal que ahora se muestra ante mis ojos, es preciosa pero es todo tan antiguo y polvoriento que da miedo estar a oscuras.
Aquel bello salón me hizo querer curiosear más por que posiblemente hubiera más bellas salas.
Decidido irrumpí en el dormitorio principal, desgracia, cuando vi aquella pareja de cadáveres putrefactos descomponiéndose en la cama.
Debía salir de allí, el pánico aumentaba en mi cabeza, debía volver a subir hacia arriba a toda prisa, tenía que salir de aquella casa como fuese, subí las escaleras y volví a tropezar con aquello, ¿Qué era aquello? Era un diminuto cráneo de bebé, con el que sin darme cuenta volví a tropezar de nuevo.
Yo necesitaba salir de allí salte a toda prisa por la ventana haciéndome daño en el pie derecho y me fui corriendo, jamás volveré a pasar por aquel barrio maldito.