Fue llegar del instituto a casa, y no había nadie, la casa estaba más silenciosa de lo normal, me dirigí a mi cuarto a dejar aquella pesada mochila de todos los viernes.
Un estremecedor ruido rompe el silencio de aquella atmósfera sin vida, ese estruendo viene de el sótano de mi casa, ¿Qué tipo de broma intentan gastarme?, ¿creen que voy a picar?, tengo hambre así que bajaré para poder comer tranquilo de una vez.
Enfilé aquellas escaleras polvorientas que desde la primera vez que las pisé pasaron 15 años.
Abajo se escuchaban murmullos, como yo sabía tendrían que ser ellos intentando gastarme una broma, sólo quería que todo acabara, porque mis tripas ya sonaban como un infierno hirviendo.
Abajo se escuchaban murmullos, como yo sabía tendrían que ser ellos intentando gastarme una broma, sólo quería que todo acabara, porque mis tripas ya sonaban como un infierno hirviendo.
Tomé del pomo aquella puerta que chirriaba y lo giré, los murmullos estaban más cerca que nunca sólo tenía que empujar aquella puerta de madera.
Oscuridad y silencio nada más, sólo transcurrieron 10 segundos cuando escuché a mi madre y mi padre entrando por la puerta principal diciendo que sentían el retraso.
Me quedé pálido allí abajo había algo y estaba solo ante ello, cerré aquella puerta de un portazo y subí la escaleras a toda prisa hasta encontrarme a mi madre de frente preguntándome que ¿Qué quería de comer?, a lo que dije, no tengo hambre.