Era una mañana fría, más fría de lo normal, aquel cacharro despertador sonaba constantemente, ya eran las ocho de la mañana, la hora de levantarse si no quería perder el ultimo autobús, salí de mi cama y con un pequeño traspiés, casi me caigo. Llegué a la cocina, en la que no estaba mi madre por que había salido.
El desayuno ya estaba frio, así que me apresuré a comérmelo cuanto antes, salí por la puerta de mi casa como una exhalación, los libros casi se me olvidan.
El desayuno ya estaba frio, así que me apresuré a comérmelo cuanto antes, salí por la puerta de mi casa como una exhalación, los libros casi se me olvidan.
Cuando llegué a la estación el bus ya había marchado, y todo aquello estaba desierto así que en un afán de llegar lo más pronto posible al instituto opté por coger el otro autobús, que no era el escolar, pero me dejaba cerca del instituto y que, con un poco de suerte, tendría monedas para pagar al conductor.
Cuando llegó, abrió la puerta y pude subir, aquel autocar era lo más nauseabundo que he visto en la vida, para empezar los asientos estaban rotos, como si alguien los hubiera mordisqueado, tenía pintadas de vándalos, e incluso olía mal.
Pagué al chofer y fui a sentarme en cualquier asiento. Hizo la ruta que yo me esperaba, pasando por la calle Ducht hasta la calle Trat pasando por la fábrica abandonada de la ciudad, aquel autobús no me daba buena espina. Salí al fin de aquella chatarra, al bajar las escaleras casi tropiezo.
La calle Trat era una calle ruinosa siempre en reconstrucción por algunas antiguas casas de antiguos nobles, yo nunca entenderé como tardaron tanto en terminar todo aquello. Debido a una de esas casas aquel camino estaba cortado, así que tuve que tomar el otro camino, un camino por el que no había pasado nunca, ni en coche, ni a pie.
Os describiré aquella calle, era del estilo de la calle Trat, muy antigua, con unas paredes casi derruidas, la verdad es que a veces me pregunto donde se meterá el concejal de urbanismo.
Atravesé aquella calle todavía un poco perplejo porque no me encontré aun a nadie en el camino. ¿Qué había ocurrido?, ¿acaso ocurrió un desastre nuclear mientras yo estaba en el bus? Aquello era rarísimo, aun tenía que llegar a clases cuanto antes.
La puerta del instituto estaba cerrada y por mucho que siguiera aporreándola no se iba a abrir así como así, decidí trepar por aquella enredadera que había en la parte trasera del instituto que llegaba a una ventana perdida de vista en el segundo piso.
Aquella habitación era un almacén donde había escobas, fregonas y productos de limpieza. Abrí la puerta de aquella habitación. En los pasillos no había nadie, en la sala de profesores tampoco, no comprendí aquello así que volví al almacén. Quería salir a prisa de allí antes de que alguien me viera.
Mis manos resbalaron de la planta y caí al suelo desde el segundo piso.
Después solo recuerdo haber despertado en el hospital con un dolor de cabeza terrible y con mi madre sentada al lado de la cama.
Me dijeron que lo que ocurrió realmente fue que me quise hacer el listo subiéndome a la enredadera del instituto, me resbalé y caí de cabeza.