Cementerios

Es tal mi pavor a los cementerios que hoy me dispongo a narraros lo sucedido la primera vez que yo en mi infancia pisé un cementerio o mejor dicho, quise pisar un cementerio. Todo esto transcurre el clásico día de todos los santos, el cual como tradición mi madre solía ir al cementerio a poner flores a algunos de nuestros familiares fallecidos.


Mi pánico empezó a florecer tras darme cuenta de que mi madre quería que fuese con ella al cementerio, yo del cementerio solo conocía los fantasmas y los esqueletos, de esos que dan tanto miedo, lo normal para un crio de 7 años que es los que tenía aquella vez.
Tras pasar por aquella puerta lúgubre de aspecto desgastado, me dirigí cogido de la mano por mi madre por el pasillo lleno de lechos mortuorios y me dirigí a la lapida de mi abuela.

Aquello fue como si todas las almas del mundo me mirasen, yo aferrado a mi madre como si en ello me fuese la vida.

Hasta que de repente mi madre se paró y se giró, en aquel momento me sentí bastante desorientado, miré a todos los sitios y lo único que vi fue sufrimiento, no lo comprendí, era una de las peores sensaciones de las que un ser humano puede tener en la vida.