Un dolor asoló mi cabeza y tuve que despertar, presentí que no estaba en mi casa. Alcé la vista, o al
menos intenté mirar ya que la luz estaba apagada.
Conseguí acertar con
la mano al interruptor a mi derecha, que casualmente pude ver. En aquel momento el miedo se apoderó de mí,
estaba totalmente indefenso, metido en un sótano sin ventanas, no sabía qué
hacía allí ni a qué tipo de broma
estaban jugando conmigo.
Este sótano o
habitación siniestra tenía unas paredes decoradas con papel decorativo de color
naranja. Lo único que se encontraba allí a parte de mi cuerpo era: una cama,
una mesa de noche y un armario. Aquellos muebles devastaban mi sentido
olfativo.
El armario tenía los típicos grabados de los armarios
antiguos, rosas en los extremos de los
marcos que se unían mediante una serie de cabriolas. Una de las cosas curiosas
de este armario es que le faltaba una pata y se veía inclinado hacia atrás,
esto le daba un aire chulesco e intimidante debido a la situación en la que yo
me veía.
La cama era algo más normal estaba bien hecha, algo impensable,
la manta era de un color rojo oscuro. Y tenía una almohada verde, muy mal gusto
para una cama.
La mesa de noche era pequeña, lo justo para esos 3 cajones
que tenía.
Más al fondo de la habitación había una puerta, una puerta
tapiada.