Cortinas

Un dia calmado, sin ningún tipo de estrés, mi corazón empezó a sollozar por aquella mujer, era tal mi obsesión por ella que un cierto día a media noche, me dispuse a entrar por su balcón.

Aquella noche los astros no estaban de mi parte y decidieron fastidiarme el plan. Las enredaderas que llegaban hasta su habitación fueron las más crueles secuaces del destino, del mio concretamente, que me volvía a encontrar en el suelo por decimo septima vez por culpa de aquellos hiervajos que no merecen ser llamados plantas.

Cuando por fin logré subir sin caerme, entré en su habitación que tenía la puerta del balcón abierta, aunque con aquella suerte que estaba teniendo creí que iba a estar y que mi escalada forzosa sería en vano.
Las cortinas de aquella habitación eran de seda, de la más hermosa seda que el tacto de vuestros dedos halla podido tocar, estaba tan maravillado que no pude resistirme a tocarla.

Justo un segundo despues escucho una voz que pronunció mi nombre.

En ese momento pensé que me había pillado, y evidentemente así lo fue, la dueña de la habitación, la hermosa mujer  me pilló toqueteandole las cortinas, aquello fue una escena muy patetica.
Ella sonrió y me pidió que la acompañara en la cama, y saben ustedes, uno no es de piedra.